VIRGEN DE LA CARIDAD DEL COBRE
Patrona de Cuba
8 de septiembre
HISTORIA -Padre Jordi Rivero
Alonso de Ojeda y los primeros conquistadores de Cuba pretendían imponerse a los indios. Estos
los repulsaron y los españoles tuvieron que huir atravesando montes y ciénagas para salvar sus vidas. Así llegaron al poblado
indio de Cueiba en la zona de Jobabo. Los indios al verlos en tan mal estado tuvieron compasión de ellos y les auxiliaron.
En agradecimiento Alonso Ojeda construyó una pequeña ermita con ramas de árboles, posiblemente
la primera en suelo cubano. Allí colocó una Imagen de Nuestra Señora que era su preciada pertenencia. Cumplió así el voto
que había hecho de entregar la Imagen si salía salvo de aquella situación. Enseñó a los indios a decir el "Ave María" y aquella
expresión se propagó tan rápido entre los indios que mas tarde Cuba se llegó a conocer como la isla del "Ave María".
No hay razón para pensar que fuese aquella la imagen de la Virgen de la Caridad que se aparecerá después. Pero la Virgen ya
se hacía presente en Cuba preparando el camino.
Una gran enseñanza: La Virgen quiso que la evangelización no partiera de la prepotencia sino
desde la humildad y el agradecimiento.
Sin comprender muy bien la religión, los indios de aquel lugar veneraron la Imagen y mantuvieron
la ermita con gran esmero cuando Ojeda se marchó. Así ocurría cuando llegó el Padre de las Casas al poblado de Cueibá.
En el siglo XVI aumentó en Cuba la cría del ganado. Era necesario para los españoles en camino
hacia los nuevos territorios. En 1598 comenzó la explotación del cobre en las montañas de la región oriental de la isla. A
15 leguas de las minas el gobierno español estableció el hato de Varajagua o Barajagua que contaba con mucho ganado. Por eso
era necesaria la sal que prevenía la corrupción de la carne.
El hallazgo
Alrededor del año 1612 o a los inicios de 1613, fueron a buscar sal en la bahía de Nipe dos hermanos
indios y un negrito de nueve o diez años. Se llamaban respectivamente Juan de Hoyos, Rodrigo de Hoyos y Juan Moreno, conocidos
por la tradición como "los tres Juanes". Mientras iban por la sal ocurrió la aparición de la estatua de la Virgen. He aquí
el relato de Juan Moreno, dado en 1687, cuando tenía ochenta y cinco años:
"...habiendo ranchado en cayo Francés que está en medio de la bahía de Nipe para con buen tiempo
ir a la salina, estando una mañana la mar calma salieron de dicho cayo Francés antes de salir el sol, los dichos Juan y Rodrigo
de Hoyos y este declarante, embarcados en una canoa para la dicha salina, y apartados de dicho cayo Francés vieron una
cosa blanca sobre la espuma del agua, que no distinguieron lo que podía ser, y acercándose más les pareció pájaro y ramas
secas. Dijeron dichos indios "parece una niña", y en estos discursos, llegados, reconocieron y vieron la imagen de Nuestra
Señora la Virgen Santísima con un Niño Jesús en los brazos sobre una tablita pequeña, y en dicha tablita unas letras grandes
las cuales leyó dicho Rodrigo de Hoyos, y decían: "Yo soy la Virgen de la Caridad", y siendo sus vestiduras de ropaje, se
admiraron que no estaban mojadas. Y en esto, llenos de alegría, cogieron sólo tres tercios de sal y se vinieron para el Hato
de Barajagua..."
El administrador del término Real de Minas de Cobre, Don Francisco Sánchez de Moya, ordenó levantar
una ermita para colocar la imagen y estableció a Rodrigo de Hoyos como capellán.
Una noche Rodrigo fue a visitar a la Virgen y notó que no estaba allí. Se organizó una búsqueda
sin éxito. A la mañana siguiente, y para la sorpresa de todos, la Virgen estaba de nuevo en su altar, sin que se pudiera explicar,
ya que la puerta de la ermita había permanecido cerrada toda la noche.
El hecho se repitió dos o tres veces más hasta que los de Barajagua pensaron que la Virgen quería
cambiar de lugar. Así se trasladó en procesión, con gran pena para ellos, al Templo Parroquial del Cobre. La Virgen fue recibida
con repique de campanas y gran alegría en su nueva casa, donde la situaron sobre el altar mayor. Así llegó a conocerse como
la Virgen de la Caridad del Cobre.
En el Cobre se repitió la desaparición de la Virgen. Pensaron entonces que ella quería estar
sobre las montañas de la Sierra Maestra. Esto se confirmó cuando una niña llamada Apolonia subió hasta el cerro de las minas
de cobre donde trabajaba su madre. La niña iba persiguiendo mariposas y recogiendo flores cuando, sobre la cima de una de
las montañas vio a la Virgen de la Caridad.
La noticia de la pequeña Apolonia causó gran revuelo. Unos creían, otros no, pero la niña se
mantuvo firme en su testimonio. Allí llevaron a la Virgen.
Desde la aparición de la estatua, la devoción a la Virgen de la Caridad se propagó con asombrosa
rapidez por toda la isla a pesar de las difíciles comunicaciones.
Fue en el Cobre, en 1801, que los mineros, alentados por el Padre Alejandro Ascanio, obtienen
la libertad por Real Cédula del 7 de abril.
Con los años se adquirió un recinto mayor para construir un nuevo santuario que pudiese acoger
al creciente número de peregrinos, haciéndose la inauguración, con el traslado de la Virgen el día 8 de Septiembre de 1927.
Durante la guerra de independencia, las tropas se encomendaban a la Virgen de la Caridad. No
es que se pueda ver a la Virgen como una aliada en la guerra. Mas bien ella, como madre, sufre y se preocupa de todos, busca
la paz entre sus hijos, finalmente cuando los corazones no le permiten otra cosa, busca atenuar los odios y fomentar la reconciliación
y el perdón.
Después de la guerra de independencia, los veteranos pidieron al Papa que declarase a la Virgen
de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. En documento firmado el día 10 de Mayo de 1916 por el Cardenal Obispo de Hostia,
Su Santidad Benedicto XV accedió a la petición, declarando a la Virgen de la Caridad del Cobre Patrona Principal de la República
de Cuba y fijando su festividad el 8 de Septiembre.
En 1977, el Papa Pablo VI eleva a la dignidad de Basílica al Santuario Nacional de Nuestra Señora
de la Caridad del Cobre.
Durante los meses de preparación para la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, diez imágenes
peregrinas de la Virgen de la Caridad recorrieron las distintas diócesis del país con gran respuesta del pueblo.
- La Virgen de la Caridad fue coronada por S.S. Juan Pablo II como Reina y Patrona de Cuba el
sábado 24 de Enero de 1998, durante la Santa Misa que celebró en su visita apostólica a Santiago de Cuba.
La Virgen de la Caridad en el exilio.Los cubanos exilados en
Miami por causa del comunismo, habiendo sufrido enormemente por la separación o muertes en sus familias, por la pérdida de
la patria y de todo lo que tenían, se preparaban para la primera celebración de la Fiesta de la Virgen de la Caridad en el
exilio. Por eso deseaban tener una imagen adecuada de la Virgen.
Providencialmente, el mismo 8 de septiembre, de 1961, mientras ya miles se reunían en el
Estadio de Miami para celebrar la Misa, llegó al aeropuerto de esta ciudad la imagen de la Virgen de la Caridad procedente
de Cuba. Era la imagen de la Parroquia de Guanabo en la Arquidiócesis de la Habana. Había sido asilada en la embajada
de Italia y pasada por la Encargada de Negocios de Panamá a su embajada por petición de los cubanos. Aquella celebración de
profunda emoción, presidida por el Arzobispo de Miami, se hizo una tradición que continúa hasta el día de hoy.
Después de la primera celebración, la Virgen comenzó un recorrido de los campamentos para los
niños cubanos exilados que se encontraban sin sus padres. La Arquidiócesis de Miami acogió y cuidó de catorce mil niños en
aquellos primeros años de exilio.
Los cubanos se organizaron para construir una Ermita a la Virgen de la Caridad en el exilio.
La primera piedra de la capilla provisional se puso el 20 de mayo, de 1967 y se celebró la Santa Misa.
El 21 de mayo, de 1968 el Arzobispo Carrol de Miami, ordena la fundación de la Cofradía de la
Virgen de la Caridad para reunir a los devotos para honrar a la Virgen y con ella evangelizar. En el mismo año comenzaron
las peregrinaciones de los 126 municipios de Cuba que han continuado organizadamente desde entonces.
El 2 de diciembre, de 1971 se dedicó la Ermita de la Virgen de la Caridad. Presidió el cardenal
Kroll, Arzobispo de Philadelfia, entonces presidente de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos, con la presencia del
Arzobispo Carroll de Miami y los obispos Boza Masvidal (exilado de Cuba) y Gracida.
En septiembre de 1987, al visitar el Santo Padre Juan Pablo II a Miami, la imagen de la Virgen
de la Caridad se trasladó a la residencia del Arzobispo McCarthy para presidir la Capilla privada del Santo Padre. El Papa,
en su homilía, hizo mención de la Virgen de la Caridad.
Miami cuenta con ciudadanos de todos los países hispanos. Desde los años 80, además de los municipios
cubanos, peregrinan también a la ermita de la Virgen de la Caridad de forma organizada, todos los países hermanos de la hispanidad
durante el mes de octubre.
El Arzobispo McCarthy, el 14 de mayo, de 1994 consagró solemnemente el altar de la Ermita que
debajo guarda visiblemente la primera piedra. Esta piedra contiene tierra de las distintas provincias de Cuba que se fundieron
con agua que llegó en una balsa en la cual perecieron los quince tripulantes que buscaban escapar de Cuba.
La Ermita fue ampliada y se añadió una preciosa capilla del Santísimo que fue bendecida por el
Arzobispo de Miami, Juan C. Favalora el 21 de mayo, fiesta de la Ascensión del Señor. En la Santa Misa que el Arzobispo celebró
ese día en la ermita, elevo la cofradía a Archicofradía de Nuestra Señora de la Caridad.
Los devotos de la Virgen han logrado propagar no solo la devoción a la Virgen de la Caridad,
sino hacer de la Ermita un centro de evangelización de irradiación mundial. El instrumento principal de la Virgen para la
obra de la Ermita ha sido desde el principio Monseñor Agustín Román, hoy obispo auxiliar de Miami, siempre ayudado por las
Hermanas de la Caridad que ministran en la Ermita y la Archicofradía.
Las verdades que la Virgen de la Caridad nos enseña:
1 -Dios está sobre todo y todos. La Virgen tiene las manos llenas: Con la derecha sostiene la Cruz, camino único de salvación, que debe ser abrazado
por todos sus hijos. Con la izquierda sostiene a su Hijo, el Niño
Dios. Así nos enseña la importancia de, imitarla a ella que fue fiel, acompañando a Jesús desde el comienzo de su vida hasta
la Cruz.
2 -Ella (María) es nuestra madre y protectora. En tiempo de tormenta,
la Virgen viene para salvar a aquellos tres Juanes, sus hijos.
La Virgen quiere salvarnos hoy de las tormentas que azotan en nuestro corazón. Ella acompañó
a los Apóstoles cuando se reunieron llenos de miedo en Pentecostés. La Virgen nos adentra en su corazón maternal, santuario
del Espíritu Santo donde nos forja en otros Cristos. La Madre nos protege, nos enseña e intercede por nosotros.
3 -El valor de la Familia. Jesús quiso nacer y tener madre. La Virgen
se aparece como madre con su Hijo en los brazos. Ella es la madre de todos los que guardan la Palabra. María nos enseña la
importancia de la Maternidad, la dignidad de la mujer a la que Dios mismo confía tan gran misión. Por ende, el respeto que
merece. La Virgen María es la madre de todas las familias. Al recurrir a ella, la familia se consolida en la auténtica caridad
que ella nos ofrece: Jesucristo.
4 -El verdadero amor a la Patria. El pecado ha llevado al hombre a falsos
conceptos de lo que es el patriotismo. En su nombre se cometen atrocidades. La Virgen nos enseña que la verdadera patria es
el cielo. La patria de la tierra es amada y edificada no cuando la queremos "glorificar" según nuestras ideas humanas sino
cuando hacemos la voluntad de Dios. A medida que en un país sus hijos hacen la voluntad de Dios, ese país se enaltece. "Hágase
Tu voluntad en la tierra como en el cielo".
El camino de la Virgen para construir la patria es la caridad, o sea, el amor.
1 Corintios 13, 3-8 "Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a
las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es
jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia;
se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba nunca"
El amor es la fuerza que une en el bien y vence todo mal.
La Virgen se confía ella misma en las manos de los tres Juanes, hombres humildes y sencillos
que para el mundo no cuentan nada. Son ellos los que la deben introducirla en la patria y fomentar su devoción, prendiendo
así la chispa que será la esperanza para la historia de la patria.
La Virgen pone el futuro de Cuba en manos de los humildes, los que no están cargados de la prepotencia
de sus propias opiniones y soluciones para todo. La caridad ha de propagarse por todos los corazones hasta que nos haga capaces
de sufrir por el bien del hermano, aun de ese hermano a quién antes llamaba mi enemigo. Así hacemos patria.
ORACIONES
NOVENA A LA VIRGEN DE LA CARIDAD
Acto de Contrición:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi
gran culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis
por mi ante Dios, nuestro Señor.
Oración para todos los días:
Acordaos, oh piadosísima Virgen María!,
que jamás se ha oído decir que ninguno de los que haya acudido a Vos, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro,
haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Virgen, Madre de la vírgenes, y aunque gimiendo
bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vuestra Santísima presencia soberana. No desechéis oh purísima Madre
de Dios mis humildes súplicas, antes bien, escuchadlas favorablemente. Así sea.
Día Primero (30 de agosto):
¡Dios
te salve! ¡Cuánto se alegra mi alma, amantísima Virgen, con los dulces recuerdos que en mí despierta esta salutación! Llénase
de júbilo mi corazón al pronunciar el Ave María, para acompañar el gozo que llenó tu espíritu al escucharla de boca del Ángel,
congratulándose así de la elección que de ti hizo el Omnipotente para darnos al Señor.
Pídase el favor que se desea
conseguir.
Oración Final para recitar todos los días: Oh, Señora mía, Oh Madre mía, yo me entrego del todo a ti;
Y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo
mi ser. Ya que soy tuyo, Oh Madre de piedad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.
Día
segundo: (31 de agosto)
¡María, nombre santo! Dígnate, amabilísima Madre, sellar con tu nombre el memorial de nuestras
súplicas, dándonos el consuelo de que tu Hijo, Jesús, las atienda benignamente para alcanzar pleno convencimiento en la práctica
de nuestros deberes religiosos, sólida confirmación en las virtudes cristianas y continuas ansias de nuestra eterna salvación.
Día
tercero: (1 de septiembre)
Llena de Gracia, ¡Oh dulce Madre! Dios te salve, María, sagrario riquísimo en que descansó
corporalmente la plenitud de la Divinidad: a tus pies nos presentamos hoy para que la gracia de Dios se difunda abundantemente
en nuestras pobres almas, las purifique, las engrandezca y cada día aumente más en ellos el verdadero amor a Dios y a nuestros
hermanos.
Día cuarto: (2 de septiembre)
El Señor es contigo: ¡Oh Santísima Virgen! Aquel inmenso Señor,
que por su esencia está en todas las cosas, está en ti y contigo de un modo muy superior. Madre mía,
venga por ti a nosotros. Pero ¿cómo ha de venir a un corazón lleno de tanta suciedad. Aquel Señor que para hacerte habitación
suya quiso, con tal prodigio, que no perdieses, siendo madre, tu virginidad? ¡Oh muera en nosotros toda impureza!
Día
quinto: (3 de septiembre)
Bendita tú eres entre todas las mujeres. Tú eres, oh Santísima Virgen María, la gloria
de Jerusalén, tú eres la alegría de Israel, tú eres el honor de nuestro pueblo. Si por una mujer, Eva, tantas lágrimas se
derramó en el mundo, por ti nos llegó la redención. Por esto, tú serás siempre bendita. Alcánzanos una fe viva y operante
para considerar e imitar las grandes obras que en ti y por ti obró Dios.
Día sexto: (4 de septiembre)
Bendito
es el fruto de tu vientre, Jesús. Deploramos grandemente, purísima Virgen y amantísima Madre, que hayamos cometido tantos
pecados, sabiendo que ellos hicieron morir en tu cruz a tu Hijo. Sea el fruto de nuestra oración, que no cesamos de llorarlos
hasta poder bendecir eternamente a Jesús, fruto bendito de tu vientre virginal.
Día séptimo: (5 de septiembre)
Santa
María, Madre de Dios. Tu mayor título de grandeza, tu mayor dignidad, oh María es haber sido elegida para Madre de Jesucristo,
Hijo de Dios. De esta elección divina proceden todas tus gracias y prerrogativas. No olvides nunca que también fuiste designada
por tu Divino Hijo, al pie de la cruz, como Madre espiritual nuestra. Que nunca nos falten fuerzas para mostrarnos como dignos
hijos tuyos.
Día octavo: (6 de septiembre)
Ruega por nosotros, pecadores. En ti Virgen María, como en
alcázar nos refugiamos. Aunque el vértigo de la vida y los enemigos del alma nos hayan despojado o puedan despojarnos de las
preciosas vestiduras de la gracia, alejándonos de ti y de tu amado Hijo, nunca nos cierres las puertas de Sagrado Corazón.
Día
noveno: (7 de septiembre)
Ahora y en la hora de nuestra muerte . Siempre estamos expuestos a perder la gracia
de Dios y condenarnos. Haced, Santísima Virgen María, que por vuestra intercesión nunca perdamos el favor de Dios; que en
esta difícil lucha por la vida encontremos en ti la protección maternal que tanto necesitamos y una Abogada en la hora de
nuestra muerte. |
ORACIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II AL CORONAR LA VIRGEN NUESTRA
SEÑORA DE LA CARIDAD DEL COBRE El 24 de enero, de 1998
¡Virgen de la Caridad del Cobre. Patrona de Cuba! ¡Dios
te salve, María, llena de gracia! Tú eres la Hija amada del Padre, la Madre de Cristo. nuestro Dios, el Templo vivo
del Espíritu Santo. Llevas en tu nombre, Virgen de la Caridad, la memoria del Dios que es Amor el recuerdo del mandamiento
nuevo de Jesús, la evocación del Espíritu Santo: amor derramado en nuestros corazones, fuego de caridad enviado en
Pentecostés sobre la Iglesia, don de la plena libertad de los hijos de Dios.
¡Bendita tú entre
las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús! Has venido a visitar nuestro pueblo y has querido quedarte con
nosotros como Madre Y Señora de Cuba, a lo Largo de su peregrinar por los caminos de la historia. Tu nombre y
tu imagen están esculpidos en la mente Y en el corazón de todos los cubanos, dentro fuera de la Patria, como signo
de esperanza y centro de comunión fraterna.
¡Santa María. Madre de Dios Y Madre nuestra! Ruega
por nosotros ante tu Hijo Jesucristo, intercede por nosotros con tu corazón maternal, inundado de la caridad del Espíritu. Acrecienta
nuestra fe, aviva la esperanza, aumenta Y fortalece en nosotros el amor Ampara nuestras familias, protege a los jóvenes
y a los niños, consuela a los que sufren. Sé Madre de los fieles y de los pastores de la Iglesia, modelo y estrella
de la nueva evangelización. ¡Madre de la reconciliación! Reúne a tu pueblo disperso por el mundo. Haz de la nación
cubana un hogar de hermanos y hermanas para que este pueblo abra de par en par su mente, su corazón y su vida a Cristo, único
Salvador y Redentor, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén. |
-
Oración a la Virgen de la Caridad
Santa María de la Caridad que viniste como mensajera
de paz, flotando sobre el mar.
Tú eres la Madre de todos los cubanos. A ti
acudimos, Santa Madre de Dios, para honrarte con nuestro amor de hijos.
En tu
corazón de Madre ponemos nuestras ansias y esperanzas, nuestros afanes y nuestras súplicas;
Por
la Patria desgarrada, para que entre todos construyamos la paz y la concordia.
Por
las familias, para que vivan la fidelidad y el amor. Por los niños, para que crezcan sanos corporalmente y espiritualmente.
Por los jóvenes para que afirmen su fe y su responsabilidad en la vida y en lo que da
el sentido a la vida.
Por los enfermos y marginados, por los que sufren en soledad, por
los que están lejos de la Patria, y por todos los que sufren en su corazón.
Por
la Iglesia Cubana y su misión evangelizadora, por los sacerdotes y diáconos, religiosos y laicos.
Por
la victoria de la justicia y del amor en nuestro pueblo.
¡Madre
de la Caridad, bajo tu amparo nos acogemos!
¡Bendita tú entre todas las mujeres y
bendito Jesús, el fruto de tu vientre! A Él la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
AMEN. (con licencia eclesiástica)
Oraciones finales: Padre Nuestro, 3 Avemarías y Gloria al Padre |

Rezar despacio, meditando estos dolores:
1º Dolor
La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús.
Virgen María: por el dolor que sentiste
cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te
manifestó que tu participación en nuestra redención como corredentora sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor.
. . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.
Dios te salve, María,…
2º Dolor
La huida a Egipto con Jesús y José.
Virgen María: por el dolor que sentiste
cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al
poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este
dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.
Dios te salve, María,…
3º Dolor
La pérdida de Jesús.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste
y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una
edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo,
haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.
Dios te salve, María,…
4º Dolor
El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste
y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de
su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser
condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero
Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente;
en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico,
aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible,
para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos
vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.
Dios te salve, María,…
5º Dolor
La crucifixión y la agonía de Jesús.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste
y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle
agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión;
Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo,
no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.
Dios te salve, María,…
6º Dolor
La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste
y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio
corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros
por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían
muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor . . .
Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.
Dios te salve, María,…
7º Dolor
El entierro de Jesús y la soledad de María.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste
y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra;
llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era
real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la
suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate
por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste
sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros
la gracia particular que te pedimos…
Dios te salve, Maria,… Gloria al Padre .
1. La Santísima Virgen María manifestó
a Sta. Brígida que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando
siete Avemarías:
- Pondré paz en
sus familias.
- Serán iluminados
en los Divinos Misterios.
- Los consolaré
en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
- Les daré cuanto
me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
- Los defenderé
en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
- Los asistiré
visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
- He conseguido
de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal
a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.
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Reina del Cielo, ¡Alégrate!,
¡Aleluya!,
porque el Señor, a quien mereciste llevar,
¡Aleluya!.
Resucitó, según su Palabra,
¡Aleluya!.
Ruega al Señor por nosotros.
¡Aleluya!.

Angelus
V. El Ángel del Señor anunció a María,
R. Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo. Bendita
eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora
y en la hora de nuestra muerte. Amén.
V. He aquí la esclava del Señor.
R. Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo. Bendita
eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora
y en la hora de nuestra muerte. Amén.
V. Y el Verbo se hizo carne.
R. Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo.
Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, R.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oración
Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras
almas para que los que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y Cruz
seamos llevados a la gloria de su Resurrección. Por el mismo Jesucristo
R. Amén.

La Genealogía de los Hermanos
Escrito
por Bob Stanley, 1992
MARIA TUVO OTROS HIJOS...? Los tuvo?
MATEO 13:55-56, y MARCOS 6:3, ambos dicen, "No es éste
el carpintero, el Hijo de María, el hermano de SANTIAGO, y JOSE, y de JUDAS y SIMON? Y no están Sus hermanas aquí con nosotros?"
(Nota! Solamente el'carpintero' es llamado 'EL Hijo de María', no 'Un Hijo de María') Algunas personas se refieren a estos
versículos como 'prueba', que María tuvo otros niños. Ver también: Mt
12:46, Mc 3:31, Lc 8:19, Jn 7:5.
Examinemos esto con detención, usando tu Biblia...
La palabra: 'Hermano'...aparece mas de
530 veces en la Biblia.
'Hermano'....aparece mas de 350 veces.
'Hermanos'...aparece solamente una vez,
en Num 36:11.
'Hermana'.....aparece mas de 100 veces.
'Hermanas'....aparece mas de 15 veces.
HERMANOS: Esta palabra es el plural de
‘hermano’ como indica el diccionario.
Hermano: La palabra Hebreo ‘ACH’,
es ordinariamente traducida ‘hermano’. Como Hebreo y Arameo, en el cual el Evangelio de Mateo fue escrito, tenía
menos palabras que el Inglés, los Judíos de ese tiempo, usaron esta palabra en un sentido mas amplio para expresar familiares.
Los términos Hebreos para diferentes grados de parentezco no existía. 'Hermano' significaba los hijos del mismo padre y todos
los miembros masculinos del mismo clan o tribu. En Griego, en el cual el Evangelio de Marcos fue escrito, 'hermano' es adelphos,
significando hermano de sangre, o perteneciente a la misma gente, o compatriota, o de las mismas creencias. Incluso hoy día,
la palabra se usa con amplios significados, asi es como amigos, aliados, creyentes y ciudadanos pueden ser incluídos en la
misma hermandad. No fue diferente en los tiempos de Cristo. Cuatro diccionarios que he revisado muestran tres o cuatro significados
para la palabra ‘hermano’. La primera clase se refiere a los hijos de los mismos padres. La segunda y tercera
clase dicen: pariente, un amigo íntimo, miembro de una orden religiosa, miembros de una Iglesia Cristiana, etc. Cuantas veces
has visto en T.V. a Evangelistas dirigirse a la audiencia como ‘Nuestros hermanos y hermanas’? Los calumniadores
de María aceptan los últimos significados como les acomoda a ellos, pero cuando se refieren a María, la madre de DIOS, siempre
se refieren al primer significado. Es eso justo para ella? Cómo explicas tú esto?
Ve: Num 8:26, 1Sam 30:23, 2Sam 1:26, 1Reyes
9:13, 2Cron 29:34.
Por Ejemplo...
Si tú lees Gen 29:15, "Y Laban dijo a Jacob,
porque eres hermano mío..." Al comienzo tu pensarías que Jacob y Laban eran hermanos de sangre. Ahora compara Gen 29:5, ".Conoceis
a Laban, hijo de Najor..." Compara Gen 25:21-26, y verás que Jacob era el hijo de Isaac y Rebeca. Laban fue el hijo de Najor.
Ellos no eran hermanos de sangre sino compatriotas. Cristo le dice a la multitud y a Sus discípulos en Mt 23:1-8, "Y TODOS
VOSOTROS SON HERMANOS." Quiso decir hermanos de sangre? Por supuesto que no. Quien podría descartar Mt 12:49-50 and Mc 3:34-35,
'Y extendiendo Su mano sobre Sus discípulos, dijo, "He aquí Mi madre y mis HERMANOS! Porque quienquiera que hiciere la voluntad
de mi Padre, que está en los cielos, ese es mi HERMANO, y mi HERMANA, y mi MADRE." Estos versículos lo dicen todo..
En 1Cor 15:6, Jesús se apareció a mas de
quinientos ‘hermanos’ a la vez. Podrían todos estos ser hermanos de sangre? Difícil. Después tenemos a Pedro hablando
ante ciento veinte hermanos en Hechos 1:15-16. Pablo habla de uno con el 'nombre de hermano', en 1Cor 5:11 y 1Cor 8:11-13.
Pablo pide 'HERMANOS, orad por nosotros. Saludad a todos los HERMANOS con el ósculo santo', en 1Tes.5:25-26. La Biblia tiene
muchos otros versículos similares. Nadie tiene problemas con ellos. Porque entonces tienen problema cuando ‘María’
es presentada en el versículo?
Ahora tenemos cuatro 'hermanos', SANTIAGO,
JOSE, SIMON, Y JUDAS que contar como está escrito en Mc 6:3...
Mc 15:40, "Habían también unas mujeres
que de lejos le miraban, entre las cuales estaban María Magadalena y María la madre de Santiago, el Menor, y de José y Salomé."
Esta gente estuvieron en la crucificción.
Jn 19:25, "Estaban junto a la cruz de Jesús
su Madre (María) y la hermana de su Madre, María la de Cleofas y María Magdalena."
Mt 10:2-3, "...'SANTIAGO' el hijo de Alfeo,
y Tadeo." Alfeo es una traducción alternativa de Cleofas (Clophas) así es que es la misma persona.
Hechos 1:13, "...SANTIAGO, de Alfeo, y
SIMON el Zelotes, y Judas el hermano de SANTIAGO."
En estos cuatro pasajes, vemos que tenemos
otra ‘María’, quien era la esposa de Cleofas (Alphaeus), y la madre de tres de los ‘hermanos’de Jesús,
SANTIAGO (el menor), y JOSE, y JUDAS. Esto demuestra claramente que María, la madre de Jesús, no era la madre de SANTIAGO,
JOSE, y JUDAS de Mc 6:3. Para mantener Mc 6:3 en armonía, como tres no son los hijos de María, la madre de Jesús, entonces
SIMON no lo es tampoco. SIMON es el Cananeo Mc 3:18,también llamado el ‘Celador’, Mt 10:4, Lc 6:15, Hechos 1:13.
Judas, quien autorizó la Epístola de Judas, dice que el es hermano de Santiago en Judas 1:1. Judas era tambien llamado 'Tadeo'
en Mt 10:3, y en Mc 3:18. Esto era para distinguirlo de Judas Iscariote. Lc 6:16 los distingue diciendo, "Y Judas el de Santiago,
y Judas Iscariote, que fué el traidor."
Sobre el tema de 'los otros hijos de María',
tengo otro punto que exponer...
Jn 19:26-27, "Jesús viendo a su Madre y
al discípulo a quien amaba, que estaba allí..." El discípulo era Juan, el autor del Evangelio de San Juan. "Luego dijo al
discipulo, HE AHI A TU MADRE."Fue Juan un hijo de María y hermano de sangre?
Leamos los siguientes versículos para ver...
Mc 1:19, "...El vió a Santiago, el de Zebedeo,
y a 'JUAN', su hermano."
Mc 3:17, "A Santiago el de Zebedeo, y 'JUAN'
el hermano de Santiago."
En ninguno de estos pasajes se dice que
Jesús vió un hermano de sangre ni siquiera los reconoció como hombres que conocía.
Mt 27:56, "Entre ellas María Magalena y
la madre de Santiago y José y la madre de los hijos de Zebedeo."
Mt 20:20, "Entonces se le acercó la madre
de los hijos de Zebedeo con sus hijos..."
Mc 15:40, "...entre las cuales estaba María
Magadalena, y María la madre de Santiago el Menor y de José , y Salome."
Lc24:10, "Eran María Magadalena, Juana
,y María de Santiago..."
Una comparación de Mt 27:56, and Mc 15:40, claramente
muestra que Zebedeo tenía una esposa llamada Salomé. Ella es llamada la ‘madre the los hijos de Zebedeo' en Mt 27:56,
y 'Salomé ' in Mc 15:40. Ellos tuvieron dos hijos, JUAN y SANTIAGO Mc 3:17. JUAN al pié de la cruz, a quien Jesus le dió Su
madre, no era un hijo de María, la madre de Jesús, sino de Zebedeo y Salomé. Si Jesús tuviera hermanos de sangre, porqué entonces
El no dió Su madre a ellos? La ley Judía lo habría ordenado...
GENEALOGIA:
---Zebedeo-----------Mc 1:19, Mc 3:17----------------------
+ >------engendró --------Santiago y
Juan-------------------------
---Salomé ------------Mt 27:56, Mc 15:40--------------------
---Cleofa-(Alphaeus)--Mt 10:2-3, Jn 19:25-----------------
+ >------engendró ------Santiago el
Menor, José, y Judas---------
---María----la otra María, Mt 27:56,61,
28:1, Jn 19:25------
---EL ESPIRITU SANTO------Lc 1:35-38----------------------
+ >------engendró ------JESUS EL CRISTO--------------------
---María---------------------Lc 1:30-38-----------------------
Esta 'Genealogía' muestra quienes fueron los padres reales de los ‘hermanos’ en Marcos
6:3, y Mateo 13:55, y hacen de la palabra ‘hermano’ no un argumento.
Notas
Adicionales...
Mt 1:25, "No la conoció hasta...". El viejo
significado de la palabra ‘hasta’, significaba una acción que no ocurrió hasta un cierto momento. No implica que
la acción ocurrió después. Gen 8:7, " soltó un cuervo, que iba y venía ‘hasta’ que las aguas se secaron sobre
la tierra." 2Sam 6:23, "..la hija de Saúl no tuvo mas hijos ‘hasta’ el día de su muerte." Tuvo ella un hijo después
de muerta?
Lc 1:34, "Dijo María al Angel: Como podrá
ser esto, pues yo no conozco varón?" Esto muestra que María no tuvo relaciones con un hombre antes y era virgen.
Lc 2:7, "Y dió a luz a su Hijo ‘primógenito' y
le envolvió en pañales ..." Primogénito, en el tiempo en que se escribieron los Evangelios quería decir ‘el hijo que
abrió las entrañas’'. Ver Ex 13:2 y Num 3:12. Primogénito no implica que María tenía otros hijos, como hijo único, ES
el 'PRIMOGENITO'. El autor de esta carta es uno.
EN NINGUNA PARTE DE LA BIBLIA SE DICE QUE MARIA, LA MADRE DE JESUS, TENIA OTROS HIJOS, PORQUE ENTONCES
ALGUNOS INSISTEN QUE LOS TUVO?
LA PRIMERA PERSONA QUE LA LLAMO ‘BENDITA’
ES DIOS, A TRAVES DEL ARCANGEL EN LC 1:28.
MARIA ES LA UNICA PERSONA EN TODA LA BIBLIA
A QUIEN SE LE LLAMA "BENDITA ERES ENTRE LAS MUJERES."
SI, ELLA ES UNA MADRE COMO CUALQUIER OTRA
MADRE, PERO QUE DIFERENCIA ENTRE LOS HIJOS.
COMO CUALQUIER BUEN HIJO, JESUCRISTO DEFENDERA
SU MADRE CONTRA TODOS SUS CALUMNIADORES.
LA ESPOSA DEL ESPIRITU SANTO TIENE ESPIRITUALMENTE
MUCHOS HIJOS, PORQUE ELLA ES LA MADRE DE TODOS NOSOTROS...
Referencias
de la Biblia: Gen 8:7, Gen 25:21-26, Gen 29:5,15, Ex 13:2, Num 3:12, Num 8:26, Deut 23:7, 1Sam 30:23, 2Sam 1:26,6:23, 1Reyes
9:13, 2Reyes 10:13-14, 2Cron 29:34, Mt 1:25, Mt 4:21, Mt 10:2-4, Mt 12:46, Mt *12:48-50, Mt 13:55-56, Mt 20:20, Mt 26:26,
Mt 27:56,61, Mt 28:1, Mc 1:19, Mc 2:14, Mc 3:17-21,31-35, Mc 6:3, Mc 15:40,47, Lc 1:34, Lc 2:7 Lc 2:41-51, Lc 5:10, Lc 6:16,
Lc 8:19, Lc 24:10, Jn 7:2-7, Jn 19:25-27, Hechos 1:13-16, Rom 8:29, 1Cor 5:11, 1Cor 8:11-13, 1Cor 9:5, 1Cor 15:6, Gal 1:19,
1Tes 5:25-26, 1Pedro 5:12, Judas 1:1
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SIEMPRE Y CUANDO NADA SEA CAMBIADO
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LA FELICIDAD NO PUEDE EXISTIR SIN LA FE EN
DIOS
Homilía pronunciada por
S.E.R. Cardenal Jaime Ortega Alamino,
Arzobispo de La Habana,
en la Solemnidad de Ntra. Sra. de la Caridad.
Santuario Diocesano de la Virgen de la Caridad,
8 de septiembre de 2007.
Queridos hermanos y hermanas
Cuando Cuba era aún un conjunto de caseríos, alrededor del año 1608, y no había tomado
conciencia de nación,
ocurrió el hallazgo de una pequeña imagen de la Virgen María flotando sobre las aguas
de la bahía de Nipe.
Así lo relata un antiguo documento que recoge las tradiciones transmitidas a las generaciones
sucesivas:
Reinando en España el señor Felipe III, señor de Real Minas de Santiago, como aconteciera
haber una gran
carestía de sal, mandaron para las salinas de Nipe a Juan Diego, a Juan Hoyo, hermanos
indios y a Juan Moreno,
negrito, como de diez a doce años, esclavo de su Majestad, para recoger sal. Pero el mal
tiempo les impidió
continuar viaje durante tres días.
Al amanecer el cuarto día serenó el tiempo y estando el mar ya tranquilo, emprendieron
el viaje y bogaron los
remos en dirección a la playa de Serón los encargados de ir a recoger la sal. Apartados
del cayo al rayar la aurora,
en los primeros resplandores de luz descubrieron los navegantes a larga distancia un bulto
blanco, que les parecía
que venía volando hacia donde ellos estaban. Ya más claro el día y cercanos a aquella
visión, Juan Diego dijo: Es
una niña. Y fijándose todos reconocieron que era una imagen de María Santísima que venía
navegando sobre una
débil tablilla.
Llegó al fin la imagen a la canoa y ésta a la imagen, descubriéndose y tomándola en sus
manos, de rodillas. Con
gran respeto, asombro y amor la introdujeron en la canoa, notando que no se hubiese sumergido
por el propio peso
y que el vestido no estaba mojado ni salpicado.
Tenía la imagen un rostro encantador, algo moreno, ojos dulces, clementes y vivos; traía
un niño hermosísimo en
su mano izquierda y una cruz de oro en la derecha. Les llamó la atención que la tablita
en que venía navegando se
les quedaba sobre el mar y tenía unas letras mayúsculas escritas de bastante proporción,
la que también recogieron,
en la que se leía esta inscripción: Yo soy la Virgen de la Caridad.
Llenos de admiración, estaban como encantados. Hicieron una especie de andas y, cargando
cada uno con un
tercio de sal y la imagen, partieron para el hato de Barajagua. Don Francisco Sánchez
Moya ordenó que se
construyese una ermita y entregó un vaso de cobre para que sirviese de lámpara, recomendando
que estuviese
siempre encendida. Ante la imagen, se postraron, oraron, entonaron cánticos y resolvieron
trasladarla en procesión
con la mayor solemnidad a Santiago de Cuba.
Reunidas unas veinticinco personas, conducían con gran veneración la sagrada imagen entre
oraciones y cánticos;
más, al llegar al lugar donde partía el camino para Santiago, tomaron sin darse cuenta
el que los conducía al
Cobre. Cerca de la entrada del pueblo, detuvieron la marcha, hasta que fuese avisado el
administrador y los
vecinos, que prepararon un solemne recibimiento. Después de adornar las casas, precedidos
de la guarnición y del
administrador, quien, al llegar ante la imagen de Nuestra Señora, puesto de rodillas,
manifestó su gozo, por haber
escogido el Cobre como morada, y entre luces, salvas y cánticos, la acompañaron hasta
dejarla colocada en el altar
mayor de la iglesia.
La imagen representa a la Madre de Jesucristo, el niño que trae en los brazos es el Hijo
de Dios hecho hombre y la
Madre de Jesucristo es también Madre nuestra. Porque desde lo alto de la Cruz, el Hijo
de Dios nos hizo el regalo
más precioso de su amor a los hombres, cuando nos dijo: “Hijo, ahí tienes a tu Madre”.
Así la tomaron ellos y,
siguiendo también las palabras del Evangelio, desde aquel día los cubanos la recibieron
en su casa.
Así entró en nuestra historia la Virgen de la Caridad del Cobre, que fue el lugar donde
finalmente se levantó la
capilla. A través de los acontecimientos ordinarios de la vida, del trabajo de todos los
días, tres hombres de faena
divisan algo que les sale al paso de manera inesperada, pero que les habla como símbolo
de una realidad superior.
De este modo actúa Dios en nuestras existencias. Todo el hecho hay que mirarlo a la luz
de esa cotidianidad y al
mismo tiempo de esa manera admirable de la providencia de Dios para actuar a través de
lo común, de lo que
forma parte de la trama de nuestra vida.
En el hallazgo de la Virgen de la Caridad había dos indios y un negrito que había sido
arrancado de su mundo, de
su entorno vital, para someterlo a los trabajos duros y crueles de la esclavitud en esta
América recién descubierta.
La escena toda se convierte también en un símbolo para los cubanos de todos los tiempos.
Todo el mensaje que Dios quería dejar a los cubanos está perfectamente representado en
esa escena. Aquella que
reconocen los pobladores primeros de nuestra isla como la Madre de Jesucristo, tiene un
título especial con el cual
el pueblo de Cuba la venerará siempre: Virgen de la Caridad, que significa Virgen del
Amor, del amor cuidadoso y
atento, del amor sacrificado y abnegado.
La Virgen de la Caridad es Madre del pueblo cubano y como madre protege y alivia, anima
y consuela, guía y
acompaña. Porque ése es el papel de María en la Iglesia. Ella se nos presenta trayendo
a su Hijo Jesús en su seno,
en sus brazos, acompañándolo al pie de la Cruz, acompañándonos a nosotros, como acompañó
a los novios que
celebraban su bodas en Caná de Galilea, cuando dijo a Jesús que se habían quedado sin
vino, es decir, sin la
posibilidad de alegrar el corazón de sus invitados al brindarles algo de tomar en una
fiesta. Allí María, como hoy y
como en todo momento de nuestra vida, dijo: “Hagan lo que El les diga”. Y
Jesús cambió en vino el agua las
tinajas. Es decir, la Virgen nos dice, en sus vidas, para tener alegría, para tener paz,
para poder hacer el bien hagan
lo que mi hijo Jesús les diga. Así está la Virgen María de la Caridad del Cobre presente
a través de toda nuestra
historia, invocada por nuestros patriotas en las guerras de independencia, acogiendo siempre
las suplicas de los
cubanos de todos los tiempos para que la paz y el amor reinen entre todos sus hijos de
Cuba.
Quiso Dios que el evangelio de Jesús, el Hijo amado del Padre, llegara a los pueblos de
América Latina y el Caribe
por medio de la Virgen María, como llegó Jesucristo a la humanidad por medio de ella.
Dos indios y un niño negro
esclavo de doce años hallan su imagen en Cuba, uno de ellos se llamaba Juan Diego, el
mismo nombre del indio
mexicano, en cuyo manto quedó grabada la imagen de la Virgen de Guadalupe en México. Tres
pescadores en un
río hallaron la imagen de la Virgen María en Brasil y hoy es venerada en su santuario
de Aparecida, por el cual
desfilan cada año nueve millones de peregrinos. Allí nos reunimos los obispos de América
Latina y el Caribe para
pensar y proyectar cómo el mensaje salvador de Jesucristo Nuestro Señor puede ser llevado
a todos nuestros
pueblos. Porque en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, nacido de la Virgen María,
está el camino, la verdad
y la vida para todos los que peregrinamos en esta tierra, a veces caminando sin sentido,
no sabiendo qué hacer ni a
dónde ir, atraídos en muchas ocasiones por el vicio y el pecado, o hundidos en las miserias
humanas, con nuestros
corazones cargados de odios, de tristeza o de desesperanza. Y abrimos las páginas del
Nuevo Testamento y
encontramos a Jesús que nos dice: Yo soy el camino y la verdad y la vida, vengan a mí
los cansados y agobiados y
yo los aliviaré. Él nos invitó por todos los modos posibles a ser sus discípulos, es decir,
a ponernos en su escuela de
amor, de bondad, de felicidad.
Pero nosotros, como dice el evangelista San Juan, hemos preferido “las tinieblas
a la luz”. Sin embargo, “para el
pueblo que andaba en tinieblas apareció una luz grande”, nos dice el profeta en
la lectura que hacemos la noche de
Navidad. Esa luz grande es Jesucristo, el Señor. El nos dirá más tarde: “Yo soy
la luz del mundo, quien me sigue a
mí nunca andará en tinieblas”. Nosotros oímos sus palabras, escuchamos la invitación
que El nos hace: “Quien
quiera ser mi discípulo que tome su cruz y me siga”, sentimos que en El está el
camino verdadero de la vida, pero
nos da miedo seguirlo, le tenemos miedo a la cruz, le tenemos miedo al sacrificio, nos
parece que realizando
nuestros propios caprichos y arreglando la vida a nuestro modo nos vamos a sentir mejor,
que es mejor no pensar
para no preocuparse, que pensar lo bueno y proponerse realizarlo nos costará dificultades
y trabajo.
Para invitarnos a cambiar de vida, a ser de verdad cristianos, a vivir como discípulos
de Cristo que estamos
bautizados y recibimos la gracia del Espíritu Santo en nuestros corazones, Jesús empleará
todos los medios
posibles. Nos aconsejará que no seamos violentos ni duros con el prójimo, “aprendan
de mí que soy manso y
humilde de corazón y encontrarán el reposo para sus almas”; nos dirá que no tengamos
miedo a los desafíos que
presenta la vida: “no teman, pequeño rebaño mío, yo he vencido al mal”.
Pero a veces preferimos ritos mágicos, resguardos extraños, creencias supersticiosas que
llenan de temor nuestros
corazones antes que poner toda nuestra confianza en Jesús que ha vencido el mal y que
ha arrancado el miedo de
nuestras mentes. Todo lo ha hecho Jesús por nosotros, nos ha querido reunir como la gallina
reúne a sus polluelos,
pero no hemos querido escuchar, no hemos querido decidirnos. Y cuando llegó al sacrificio
supremo por nosotros,
cuando moría en la Cruz para mostrar hasta donde nos había amado, Jesucristo nos entregó
a la Virgen María,
Madre suya, como Madre nuestra. Dijo desde lo alto del madero: “Mujer, ahí tienes
a tu hijo”, y refiriéndose a
nosotros dijo: “Hijo, ahí tienes a tu madre”. Desde aquella hora, dice el
evangelio, el discípulo la recibió en su
casa.
Reciban a María en su casa, queridos hermanos y hermanas. Ella es la Madre que el Hijo
de Dios nos da a todos
nosotros, ella es la mujer por la cual la luz eterna, Jesucristo Nuestro Señor, llegó
a nuestro mundo. Nadie como
ella puede cuidar de nosotros, nadie como la madre puede hacer que todos los hijos se
traten como hermanos, nadie
puede resistirse a la dulzura de la madre que quiere el bien para nosotros, que pide a
su hijo como en las bodas de
Caná, que nos dé el vino de la alegría, de la paz y del amor.
¿Por qué ha aparecido María siempre al comienzo de la historia del evangelio en estas
tierras de América Latina y
el Caribe, por qué apareció María con el título de Guadalupe en México, con el título
de la Caridad en Cuba, con el
título de Aparecida en Brasil? Porque Jesucristo ha querido que su evangelio, que el anuncio
de su palabra llegue a
nuestros corazones de la mano de la Virgen María. Si Cuba es de verdad mariana, si el
amor a la Virgen de la
Caridad se hace no sólo sentimiento, y sentimiento muy extendido entre nosotros, sino
también compromiso de
hacer lo que Jesucristo nos dice como ella nos aconseja, nuestras vidas cambiarán, el
agua insípida de nuestras
existencias se transformará en el vino lleno de color y de sabor que alegra el corazón
del hombre y entonces Cuba
será cristiana no sólo porque estemos bautizados la mayoría de los cubanos, sino porque
estaremos viviendo de
verdad como bautizados, como hijos de Dios que ponen toda su confianza en el Salvador
del mundo y abandonan
sus temores, sus angustias, sus supersticiones y todo aquello que atenaza el corazón humano
y que no lo deja ser
feliz. Cuando María Virgen supo por la voz del ángel que iba a ser la Madre del Salvador
fue a visitar a su prima
Isabel, quien al recibirla en su casa la saludó diciéndole que era dichosa María porque
había creído.
Queridos hermanos, la dicha, la felicidad en la vida no puede existir sin la fe en Dios,
pero no en un dios
cualquiera, no en dioses que nosotros nos inventemos, no en creencias que no llegan a
colmar las ansias del
corazón humano, que siembran en nosotros más inquietud que paz, la dicha de la fe es la
liberación del corazón de
todo lo que lo oprime para vivir en la gozosa libertad de los hijos de Dios. Por eso María
respondió al saludo de su
prima diciendo: “proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en
Dios mi salvador”. Sí, había
dicha en la Virgen María porque llevaba a Cristo en su seno, se alegraba su espíritu porque
tenía a Dios consigo.
Ojalá cada uno de nosotros pueda decidirse de verdad a vivir su fe en Dios de tal modo
que sepamos que El está en
nuestros corazones venciendo nuestros miedos y tristezas. Que experimentemos la dicha
de estar con Dios, de
saber que Dios está con nosotros y de hacer siempre su voluntad. Ese es el saludo que
el sacerdote siempre les dice
a ustedes en la misa, que el Señor esté con ustedes. Ese es nuestro deseo, ese es el deseo
que se realiza en el
corazón de todos cuando nos hacemos verdaderos discípulos de Cristo.
Termino, repitiéndoles las palabras que el Papa Benedicto XVI nos dijo a los pueblos de
América Latina y el
Caribe en el gran Santuario de Aparecida, Brasil, cuando visitó aquel país para inaugurar
la V Conferencia
General de los obispos de América Latina y el Caribe. Nos dijo el Santo Padre:
“María Santísima, la Virgen pura y sin mancha es para nosotros escuela de fe destinada
a guiarnos y a fortalecernos
en el camino que lleva al encuentro con el Creador del cielo y de la tierra. El Papa vino
a Aparecida con viva
alegría para decirles en primer lugar: permanezcan en la escuela de María. Inspírense
en sus enseñanzas. Procuren
acoger y guardar dentro del corazón las luces que ella, por mandato divino, les envía
desde lo alto”.
Que Ella, María Santísima de la Caridad desde su altar de El Cobre bendiga al pueblo cubano
y nos lleve a todos a
conocer y amar a Jesucristo, su Hijo Nuestro Señor.
Autor: Carta del Cardenal Norberto Rivera | Fuente: Catholic.net El rosario como una síntesis del Evangelio. |
Carta del Cardenal Norberto Rivera. |
|
Mientras que la Iglesia en la Beatísima Virgen ya llegó a la perfección, por la que
se presenta sin mancha ni arruga (Cf Efesios 5,27), los fieles, en cambio, aún se esfuerzan en crecer en la santidad venciendo
el pecado; y por eso levantan sus ojos hacia María, que brilla ante toda la comunidad de los elegidos, como modelo de virtudes.
La Iglesia, reflexionando piadosamente sobre ella y contemplándola en la luz del Verbo hecho hombre, llena
de veneración entra más profundamente en el sumo misterio de la Encarnación y se asemeja más y más a su Esposo. Porque María,
que habiendo entrado íntimamente en la historia de la Salvación, en cierta manera en sí une y refleja las más grandes exigencias
de la fe, mientras es predicada y honrada atrae a los creyentes hacia su Hijo y su sacrificio hacia el amor del Padre (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 65).
Sobre el culto a la
Santísima Virgen, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que "La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen
es un elemento intrínseco del culto cristiano" (Pablo VI, Marialis Cultus 56). La Santísima Virgen "es honrada con razón por
la Iglesia con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos se venera a la Santísima Virgen con el título
de Madre de Dios, bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades... Este culto...
aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al
Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente" (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 66); encuentra su expresión
en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (Cf Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium 103) y en la oración
mariana como el Santo Rosario, "síntesis de todo el Evangelio" (Cf Pablo VI, Marialis Cultus 42) (Catecismo de la Iglesia
Católica 971).
Efectivamente, el Rosario es una síntesis del Evangelio, es una de las
oraciones más bellas del cristiano. Es un diálogo continuo con nuestra Madre en el que se suceden los padrenuestros, los avemarías
y los glorias, al mismo tiempo que se contemplan los misterios principales de la vida de Jesucristo y de María Santísima y
se renueva el amor a Dios. Es seguramente la forma de oración más importante dedicada a la Santísima Virgen, una escuela de
vida espiritual centrada en el Evangelio (Cf Pio XII, Carta Philippinas Insulas de 1946 y Pablo VI, Exhortación apostólica
Marialis Cultus, 2 de febrero de 1974, 44).
El Rosario enriquece nuestra vida
cristiana con cinco frutos fundamentales:
A. Nos lleva a conocer en profundidad el Misterio
de Cristo a través de la persona humana que lo vivió más de cerca, la Santísima Virgen María. Cristo nace de ella y la asocia
a su obra redentora. Por ello, la Iglesia tiene en María un modelo continuo del cual extraer enseñanzas para su vida y misión.
B. El Rosario nos enseña a amar a la Santísima Virgen compartiendo con Ella sus alegrías y sus dolores y
a expresar nuestro amor en una entrega más generosa a Dios y a los demás siguiendo su ejemplo. El Rosario nos va guiando suavemente,
a través de la contemplación y el diálogo amoroso con María, a una relación personal más profunda con Ella. De aquí nace la
alegría y la gratitud que compartimos con nuestra Madre del Cielo por los dones de salvación recibidos; comenzamos a apreciar
el sacrificio de Cristo y su obra redentora con la misma sensibilidad espiritual de la “llena de gracia”.
C. El Rosario es una invitación constante a imitar a María en todas sus virtudes y, especialmente, en la
raíz de todas ellas: su fidelidad a la Palabra, a la voluntad de Dios, a la acción del Espíritu Santo (Cf Concilio Vaticano
II, Lumen Gentium 64-67).
D. El Rosario se convierte en una invocación constante.
Ella, como Madre nuestra, es ante todo intercesora llena de afecto. Por eso, a través de su intercesión, vivimos la comunión
de los santos pidiendo unos por otros y encomendándole nuestras peticiones más queridas.
E.
El Rosario es una celebración gozosa del Misterio de Cristo y de su obra redentora en María. El rezo del Rosario celebra el
triunfo de Jesucristo muerto y resucitado, vencedor sobre el pecado y la muerte.
El Rosario
conjuga la contemplación, la alabanza y la súplica, siguiendo una línea de continuidad en la sucesión de los eventos fundamentales
del misterio de la redención realizado por el Verbo y sus efectos en la Iglesia (Pentecostés, la Asunción). La contemplación
es muy importante porque, tal y como dice el Papa Pablo VI en el número 49 de la Exhortación apostólica Marialis Cultus,
es el alma del Rosario; sin ella, el Rosario se convierte en mecánica repetición de oraciones que contradicen el consejo
de Jesucristo: “al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados”
(Mateo 6, 7), y fácilmente se cae en la rutina. La contemplación del Rosario une amor, serenidad y reflexión en un recorrido
por todos los hechos salvíficos de la vida de Cristo, desde su Concepción Virginal hasta los momentos culminantes de su pasión,
muerte y resurrección, viéndolos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca de Él. El Rosario combina esta contemplación
de los misterios con la alabanza en el paso de las Avemarías, la adoración en los Glorias, la admiración y la petición humilde
en las letanías; todo dentro de un marco de amor y confianza filial hacia nuestra Madre, poniendo en sus manos las intenciones
que tenemos en el corazón.
La forma del rezo del Rosario quedó establecida de forma definitiva
por San Pio V en la Carta Apostólica Consueverunt Romani Pontifices, del 7 de octubre de 1569. Son 15 misterios divididos
en tres grupos que siguen el esquema fundamental de Filipenses 2, 6-11: los misterios del rebajamiento de Cristo (gozosos),
los de la muerte (dolorosos) y los de la exaltación (gloriosos). Cada misterio se compone de un Padrenuestro, diez Avemarías
y un Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, que cierra cada misterio.
Los misterios
gozosos se rezan los lunes y jueves y también se pueden rezar durante el Adviento y la octava de Navidad. Son los misterios
de la infancia de Jesús: la Encarnación del Hijo de Dios, la Visitación de María a Santa Isabel, el Nacimiento de Jesús, la
Presentación del Niño Jesús en el templo y el Niño Jesús perdido y hallado entre los doctores en el templo. En estos misterios,
María es la Virgen oyente que escucha la palabra de Dios con corazón limpio, es la Virgen orante que hace del hogar de Nazaret
una casa de oración, es la Virgen oferente que presenta a su Hijo en el templo como víctima de salvación. Es la Virgen que
guarda todo y lo medita en su corazón (Cf Lucas 2, 51). En estos misterios, María nos enseña a escuchar con fe la palabra
de Dios, a meditarla y a hacerla nuestra en la vida y en la oración que transforma nuestro corazón.
Los
misterios dolorosos se rezan los martes y los viernes y se pueden rezar también durante toda la Cuaresma y la Semana Santa.
Son los misterios de la Pasión de Cristo y del dolor de su Madre Santísima: la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní,
La Flagelación del Señor, la Coronación de espinas, Jesús carga con la cruz y Jesús muere en la cruz. Se desarrollan en menos
de 24 horas y, sin embargo, cambian la historia de cada hombre que nace. Son misterios para acompañar a Jesús en su dolor
como lo acompañó María. Son misterios para dar gracias a Dios por su entrega y pedirle perdón por nuestros pecados que son
la causa de su sufrimiento. Son misterios para pensar en lo que costó la salvación de nuestra alma y para ofrecer a Jesús
todo el amor de nuestros corazones. La unión con María es muy intensa en estos momentos en que Ella ofrece a su Hijo al Padre.
Son misterios de ofrecimiento total. Compartimos con María la cruz de Jesucristo aceptando las cruces personales que Dios
permita sobre nosotros.
Los misterios gloriosos se rezan los miércoles, sábados y domingos
y se pueden rezar también durante toda la Pascua, desde el Domingo de Resurrección hasta el de Pentecostés y el día de la
Asunción de la Santísima Virgen. Son los misterios del júbilo desbordante, del “aleluya” pascual: la Resurrección
de Cristo, la Ascensión del Señor, la Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, la Asunción de la Santísima Virgen María
y la Coronación de María, Madre de la Iglesia, como Reina y Señora de toda la Creación. En estos misterios dejamos en el Sepulcro
al hombre viejo que vive según la carne, y resucitamos con Cristo como hombres nuevos que viven según el Espíritu, en una
vida de gracia y santidad. Son una invitación constante a orientar nuestra vida hacia el Cielo a donde sube Jesucristo para
prepararnos un lugar, a llevar una vida regida por el Espíritu que Cristo envía a la tierra para continuar su obra. Todos
estos sucesos maravillosos los vivimos con y desde María que nos guía en el camino hacia la vida eterna junto a Cristo Glorioso.
Después de los cinco misterios se suele rezar las “letanías lauretanas” o “loretanas”.
Estas letanías provenientes del Santuario mariano de Loreto (de ahí el nombre de lauretanas), en Italia, son invocaciones
que honran a la Santísima Virgen, Madre de Dios, con símbolos y figuras tomados sobre todo de la Sagrada Escritura.
Entre las diferentes formas que encontramos para rezar el Rosario, una de las más enriquecedoras es el Rosario
en familia.
Dentro del respeto debido a la libertad de los hijos de Dios, la Iglesia
ha propuesto y continúa proponiendo a los fieles algunas prácticas de piedad en las que pone una particular solicitud e insistencia.
Entre éstas es de recordar el rezo del Rosario: "Y ahora, en continuidad de intención con nuestros predecesores, queremos
recomendar vivamente el rezo del Santo Rosario en familia... no cabe duda de que el Rosario a la Santísima Virgen debe ser
considerado como una de las más excelentes y eficaces oraciones comunes que la familia cristiana está invitada a rezar. Nos
queremos pensar y deseamos vivamente que cuando un encuentro familiar se convierta en tiempo de oración, el Rosario sea su
expresión frecuente y preferida". Así, la auténtica devoción mariana, que se expresa en la unión sincera y en el generoso
seguimiento de las actitudes espirituales de la Virgen Santísima, constituye un medio privilegiado para alimentar la comunión
de amor de la familia y para desarrollar la espiri-tualidad conyugal y familiar. Ella, la Madre de Cristo y de la Iglesia
es, en efecto y de manera especial, la Madre de las familias cristianas, de las iglesias domésticas (Juan Pablo II, Exhortación
Apostólica post-sinodal Familiaris Consortio del 22 de noviembre de 1981, 61).
En
nuestro Papa actual, S. S. Juan Pablo II, tenemos a un fiel hijo de María y a un gran promotor del rezo del Rosario. En sus
momentos de descanso caminando por la montaña o en el traslado de un lugar a otro, como vimos, por ejemplo, en su trayecto
desde la Nunciatura hasta el Estadio Azteca durante su última estancia en nuestro país, va concentrado rezando con su Rosario
en la mano. El Papa reza cada día las tres partes del Rosario, los quince misterios, y en el Ángelus del 29 de octubre de
1978, poco después de ser elegido Papa, dijo que el Rosario era su oración predilecta.
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Porque rezar el AVE MARIA
El Avemaría es seguramente una de las primeras oraciones que aprendimos cuando éramos niños.
Es una oración sencilla, un diálogo muy sincero nacido del corazón, un saludo cariñoso a nuestra Madre del Cielo.
Recoge
las mismas palabras del saludo del ángel en la Anunciación (Lucas 1, 28) y del saludo de Isabel (Lucas 1, 42), y después añade nuestra petición de intercesión confiada a su corazón amantísimo. En el sigo XVI se
añadió la frase final: “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Todo ello forma una riquísima oración llena de
significado.
El Avemaría es una oración vocal, es decir, que se hace repitiendo palabras, recitando fórmulas, pero no por esto es menos intensa, menos personal.
Podemos decir que el Avemaría y el Rosario son las dos grandes expresiones de la devoción cristiana a la Santísima
Virgen. Pero la devoción no se queda sólo ahí.
En el Avemaría, descubrimos dos actitudes de la oración de la Iglesia centradas en la persona de Cristo y
apoyadas en la singular cooperación de María a la acción del Espíritu Santo (Cf Catecismo de la Iglesia Católica 2675).
La
primera actitud es la de unirse al agradecimiento de la Santísima Virgen por los beneficios recibidos de Dios (“llena
eres de gracia”, “el Señor es contigo”, “bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús”) y la segunda es el confiar a María Santísima nuestra oración uniéndola a la suya (“ruega
por nosotros, pecadores”).
Para explicar esta oración es muy útil seguir los números 2676 y 2677 del Catecismo
de la Iglesia Católica.
1. En la primera parte de la oración se recoge el saludo del ángel, del enviado del Señor.
Es una alabanza en la que usamos las mismas palabras del embajador de Dios. Es Dios mismo quien, por mediación de su ángel,
saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava
y a alegrarnos con el gozo que Dios encuentra en ella.
"Llena eres de gracia, el Señor es contigo":
Las dos
palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La gracia
de la que está colmada es la presencia de Aquél que es la fuente de toda gracia.
María, en quien va a habitar el Señor,
es en persona la hija de Sión, el Arca de la Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor: ella es "la morada de Dios
entre los hombres" (Apocalipsis 21, 3). "Llena de gracia", se ha dado toda al que viene a habitar en ella y al que ella entregará
al mundo.
2. A continuación, en el Avemaría se añade el saludo de Santa Isabel: "Bendita tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". Isabel dice estas palabras llena del Espíritu Santo (Cf Lucas 1, 41), y así se
convierte en la primera persona dentro de la larga serie de las generaciones que llaman y llamarán bienaventurada a María
(Cf Lucas 1, 48): "Bienaventurada la que ha creído..." (Lucas 1, 45); María es "bendita entre todas las mujeres" porque ha
creído en el cumplimiento de la palabra del Señor.
Abraham, por su fe, se convirtió en bendición para todas las "naciones
de la tierra" (Génesis 12, 3). Por su fe, María vino a ser la madre de los creyentes, gracias a la cual todas las naciones
de la tierra reciben a Aquél que es la bendición misma de Dios: "Jesús el fruto bendito de tu vientre".
El Papa Juan
Pablo II nos explica muy bien el contenido de este saludo de Isabel a su prima en el número 12 de la Carta Encíclica Redemptoris Mater:
3. Después, el Avemaría continúa con nuestra petición: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros..." Con
Isabel, nos maravillamos y decimos: “¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lucas 1 ,43).
María
nos entrega a Jesús, su Hijo, que muere por nosotros y por nuestra salvación en la cruz y, desde esa misma cruz, Jesucristo
nos da a María como Madre nuestra (Cf Juan 19, 26-28); María es madre de Dios y madre nuestra, y por eso podemos confiarle
todos nuestros cuidados y nuestras peticiones, porque sabemos que Dios no le va a negar nada (Cf Juan 2, 3-5) y al mismo tiempo
confiamos en que tampoco nos lo va a negar a nosotros si es para nuestro bien.
María Santísima reza por nosotros como
ella oró por sí misma: "Hágase en mí según tu palabra" (Lucas 1,38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en
la voluntad de Dios: "Haced lo que Él os diga" (Cf Juan 2, 5).
"Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte". Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la "Madre de la Misericordia",
a la Toda Santa.
Nos ponemos en sus manos "ahora", en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para
entregarle desde ahora, "la hora de nuestra muerte". Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte de su Hijo al
pie de la cruz y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como madre nuestra para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso,
a nuestra felicidad eterna en el pleno y eterno amor de Dios.
La ortodoxia (doctrina recta) enseña: -Jesús es una persona divina (no dos personas) -Jesús tiene dos naturalezas: es Dios y Hombre verdaderamente. -María
es madre de una persona divina y por lo tanto es Madre de Dios.
María es Madre de Dios. Este es el principal de todos los dogmas Marianos, y la raíz
y fundamento de la dignidad singularísima de la Virgen María.
María es la Madre de Dios, no desde toda la eternidad sino en el tiempo.
El dogma de María Madre de Dios contiene dos verdades:
1) María es verdaderamente madre: Esto significa que ella contribuyó en todo en la
formación de la naturaleza humana de Cristo, como toda madre contribuye a la formación del hijo de sus entrañas.
2) María es verdaderamente madre de Dios: Ella concibió y dio a luz a la segunda
persona de la Trinidad, según la naturaleza humana que El asumió.
El origen Divino de Cristo no le proviene de María. Pero al ser Cristo una persona
de naturalezas divina y humana. María es tanto madre del hombre como Madre del Dios. María es Madre de Dios, porque es Madre
de Cristo quien es Dios\hombre.
La misión maternal de María es mencionada desde los primeros credos de la Iglesia.
En el Credo de los Apóstoles: "Creo en Dios Padre todopoderoso y en Jesucristo su único hijo, nuestro Señor que nació de la
Virgen María".
El título Madre de Dios era utilizado desde las primeras oraciones cristianas. En
el Concilio de Efeso, se canonizo el título Theotokos, que significa Madre de Dios. A partir de ese momento la divina maternidad
constituyó un título único de señorío y gloria para la Madre de Dios encarnado. La Theotokos es considerada, representada
e invocada como la reina y señora por ser Madre del Rey y del Señor.
Mas tarde también fue proclamada y profundizada por otros concilios universales,
como el de Calcedonia(451) y el segundo de Constantinopla (553).
En el siglo XIV se introduce en el Ave María la segunda parte donde dice: "Santa
María Madre de Dios" Siglo XVIII, se extiende su rezo oficial a toda la Iglesia.
El Papa Pío XI reafirmó el dogma en la Encíclica Lux Veritatis (1931).
La Madre de Dios en el VAT II: este concilio replantea en todo el alcance de su riqueza
teológica en el más importante de sus documentos, Constitución dogmática sobre la Iglesia, (Lumen Gentium). En este documento
se ve la maternidad divina de María en dos aspectos:
1) La maternidad divina en el misterio de Cristo. 2) La maternidad divina en el
misterio de la Iglesia.
"Y, ciertamente, desde los tiempos mas antiguos, la Sta. Virgen es venerada con el
título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades.... Y las diversas
formas de piedad hacia la Madre de Dios que la Iglesia ha venido aprobando dentro de los limites de la sana doctrina, hacen
que, al ser honrada la Madre, el Hijo por razón del cual son todas las cosas, sea mejor conocido, amado, glorificado, y que,
a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos" (LG #66)
En el Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI (1968): "Creemos que la Bienaventurada
María, que permaneció siempre Virgen, fue la Madre del Verbo encarnado, Dios y salvador nuestro"
En 1984 consagra J.P.II el mundo entero al I.C. de María, a través de toda la oración
de consagración repite: "Recurrimos a tu protección, Santa Madre de Dios"
María por ser Madre de Dios transciende en dignidad a todas las criaturas, hombres
y ángeles, ya que la dignidad de la criatura está en su cercanía con Dios. Y María es la mas cercana a la Trinidad. Madre
del Hijo, Hija del Padre y Esposa del Espíritu.
"El Conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre María, será siempre la llave
exacta de la comprensión del misterio de Cristo y de la Iglesia"
Y la Madre de Dios es mía, porque Cristo es mío" (S. Juan de la Cruz)
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